Hola, soy
Lizmendy y quiero compartir mi vocación
con vosotr@s, porque siento que es necesario hablar de las maravillas que Dios
ha hecho en mi vida. Muchas veces me he preguntado cómo es
que yo soy religiosa. Por qué Dios me ha llamado a mí y no a mis amigas, bueno
estas preguntas me llevan a darle infinitas gracias, porque es lo más grande
que ha hecho conmigo.
Cuando era pequeña y veía a una
religiosa me llamaba la atención, pero no porque yo quisiera ser igual que
ella, sino porque se veía bien; la
verdad es que a esa edad sólo me
llamaban la atención las cosas porque eran bonitas, pero no iba más allá.
Cuando
tenía 13 años, una de mis primas con la que vivía, estaba en contacto con unas
religiosas y fue entonces cuando empezó a llamarme la atención de querer saber
como era esa vida, que hacían, por qué no se casaban, etc. y un día me decidí a
pregúntales a las monjitas si a mi edad
me recibirían, su respuesta fue negativa, porque yo era muy pequeña. Quedó en
mí ese deseo e ilusión de llegar a serlo más adelante. Cuando cumplí los 14 años
y llegó de vacaciones una religiosa con la cual me puse en contacto, iba a
visitarla muchos días, le hacía preguntas y la verdad es que cada día había en mi
corazón una alegría que no sabía explicar. Ella habló con mis padres y la
decisión estaba tomada iba a entrar en su Congregación, incluso planeamos
fechas y todo, llegó el momento de que se fuera y me dijo no pierdas la ilusión
Lizmendy, te espero, yo me quedé tan feliz esperando que llegase ese día, pero
fue unos meses después cuando empecé a salir a fiestas y la verdad es que me
atraían mucho, buscaba la manera de asistir a todas o casi todas, al principio sólo me gustaban porque me lo
pasaba bien, me encantaba bailar, conocer a más gente, etc. Un tiempo después
conocí a un chico del cual me enamoré, mi motivación por ir a las fiestas era
otra, asistir a ellas por verle, cuando bailaba con él entablábamos conversaciones
sobre nuestra vida, nuestros planes y descubrí que él me quería sí, pero con
miras a formar una familia, lo cual no
iba dentro de mis planes, por lo que nunca llegué a tener un noviazgo con este
chico, pero el estar cerca de él me agradaba. Mis padres al ver estas actitudes
en mí, me preguntaban que quería hacer, a lo cual respondía que estudiar
medicina y lo de religiosa quizá cuando termine la carrera. Mi padre se sentía muy orgulloso de mí y se hacía
grandes ilusiones puesto que tenía una tía en Argentina con la cual llegué a
ponerme en contacto porque mi intención era estudiar allí. Ese mismo año me
cambié de casa por motivo de mis estudios y conocí a uno de mis primos del que
sólo había escuchado su nombre, este quería ser sacerdote con lo cual mis
planes empezaron a cambiar. Como hicimos una amistad tan grande, nos juntábamos
algunas veces los dos para hablar de sus grandes ilusiones de ir al seminario y
llegar a ser un gran Sacerdote y yo las
que había tenido y los planes que en ese momento me había hecho.
Él me
invitó a formar parte de grupos parroquiales, yo acepté como siempre, simplemente
para hacer más amigos. Poco a poco mediante las charlas y la gran amistad que
hice con uno de los diáconos de la Parroquia que se llama Elvis ahora ya
sacerdote, volvió a mi lo que en esos meses había querido esconder y rechazar y pasé un tiempo entre dudas y
preguntas. Qué pasará conmigo si me hago religiosa, y mis padres, y mi carrera,
etc. Elvis me llamaba a entrevistas.
Hablé
con las Hermanas, lo mismo que antes pregunté algunas cosas, pero lo que más me llamaba la atención, es
que eran muy naturales y alegres; si había que bailar, bailaban o si había que
hacer el tonto, lo hacían. Yo estaba emocionadísima porque antes de eso mi
visión hacia las monjas era, no salen, no bailan, sólo rezan, sólo trabajan,
será aburrido vivir con ellas. Fue cuando empecé a ilusionarme otra vez con la
vocación.
Ellas
nos dejaron unos meses para meditarlo y pensar bien el paso que íbamos a dar. Durante
ese tiempo seguí llevando mi vida normal, las fiestas, salidas, pero todo lo
hacía de manera distinta. El tiempo pasaba y mis preguntas interiores seguían,
mis padres se pensaban que mis ganas de estudiar continuaban. Las hermanas
volvieron y yo sentía miedo tanto así que cuando las vi me puse en medio de
todos mis compañeros para que no vieran
y de repente al pasar frente a ellas escuché Lizmendy y dije para mis
adentros ni modo Señor eres tú quien me ha llamado, me acerqué tímidamente, las
saludé y claro, la gran pregunta ¿Quieres realmente venirte con nosotras a lo
que sin saber a donde mirar conteste, ·SÍ·.
El SÏ
estaba dado, pero en mi interior seguían los interrogantes y las dudas de si
sería capaz de llevar esa vida. Entrando en mi interior dejé a un lado todo y
me puse a pensar y tomar una decisión firme y me dije: Sí, me voy de religiosa.
Lo difícil venía después porque, al ser menor
de edad tenía que pedir permiso a mis padres y no sabía cómo iban a responder
ante esta inesperada decisión. Llegué muy cariñosa con mi madre y entre
nerviosismo y emoción le lancé mi deseo
de hacerme religiosa. Se puso muy triste y me dijo: y con quién me quedo, qué hago yo sin ti. Ya que soy la única chica de cuatro hermanos.
Muy resuelta le contesté que no se preocupara que tenía a mis hermanos y además
yo vendría a verla; esto no le convenció y no había consuelo para ella. Luego
llegó mi padre al que me costaba más decirle la decisión que había tomado por
miedo a que se negara, pero cuando se lo
dije me apoyó y me preguntó si lo había pensado bien y estaba segura de que eso me
haría feliz y no me volvería atrás.
Cuando
realicé este duro trago, me fui feliz para hablar con las Hermanas y
preguntarles cuando era el viaje. Después pasé a despedirme de mi mejor amiga
del colegio a quien le tenía un gran cariño y resultó que también ella se iba a la misma Congregación:
“Celadoras del Reinado del corazón de Jesús”.
Viajé un 23 de diciembre, yo tenía 15 años y entré muy feliz a la
Congregación en la cual siempre me he sentido muy querida y acogida por todas
mis hermanas. Ahora me pregunto ¿Qué
sería de mí, si Dios no me hubiese llamado, no lo sé, no encuentro respuesta,
pero si que le doy muchas gracias por haber puesto en mi camino a dos personas
que me ayudaron mucho, mi primo y el
hermano Elvis, a quienes les tengo y guardo en mi corazón con gran cariño. Y lo
más importante, que no he dejado nada comparado con lo que tengo, sino al
contrario tengo lo más importante a Dios y el ciento por uno a mi favor.
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