jueves, 5 de diciembre de 2013

MI VOCACIÓN


Hola, soy Lizmendy  y quiero compartir mi vocación con vosotr@s, porque siento que es necesario hablar de las maravillas que Dios ha hecho en mi vida. Muchas veces me he preguntado  cómo  es que yo soy religiosa. Por qué Dios me ha llamado a mí y no a mis amigas, bueno estas preguntas me llevan a darle infinitas gracias, porque es lo más grande que ha hecho conmigo.

 Uno nunca nace queriendo ser monja o sacerdote, sino que con el tiempo vas descubriendo qué es lo que quiere Dios en tu vida, es como cuando eliges una carrera. Jamás eliges algo para ser infeliz, sino al contrario,  algo  a lo que le vas a poner el cien por cien de ganas y entusiasmo. Bueno, pues esto no se compara con una carrera, sino que es algo más.

 
Cuando era pequeña y veía a una religiosa me llamaba la atención, pero no porque yo quisiera ser igual que ella, sino porque se veía bien;  la verdad es que a esa  edad sólo me llamaban la atención las cosas porque eran bonitas, pero no iba más allá.

Cuando tenía 13 años, una de mis primas con la que vivía, estaba en contacto con unas religiosas y fue entonces cuando empezó a llamarme la atención de querer saber como era esa vida, que hacían, por qué no se casaban, etc. y un día me decidí a pregúntales a las  monjitas si a mi edad me recibirían, su respuesta fue negativa, porque yo era muy pequeña. Quedó en mí ese deseo e ilusión de llegar a serlo más adelante. Cuando cumplí los 14 años y llegó de vacaciones una religiosa con la cual me puse en contacto, iba a visitarla muchos días, le hacía preguntas y la verdad es que cada día había en mi corazón una alegría que no sabía explicar. Ella habló con mis padres y la decisión estaba tomada iba a entrar en su Congregación, incluso planeamos fechas y todo, llegó el momento de que se fuera y me dijo no pierdas la ilusión Lizmendy, te espero, yo me quedé tan feliz esperando que llegase ese día, pero fue unos meses después cuando empecé a salir a fiestas y la verdad es que me atraían mucho, buscaba la manera de asistir a todas o casi todas,  al principio sólo me gustaban porque me lo pasaba bien, me encantaba bailar, conocer a más gente, etc. Un tiempo después conocí a un chico del cual me enamoré, mi motivación por ir a las fiestas era otra, asistir a ellas por verle, cuando bailaba con él entablábamos conversaciones sobre nuestra vida, nuestros planes y descubrí que él me quería sí, pero con miras a formar una familia,  lo cual no iba dentro de mis planes, por lo que nunca llegué a tener un noviazgo con este chico, pero el estar cerca de él me agradaba. Mis padres al ver estas actitudes en mí, me preguntaban que quería hacer, a lo cual respondía que estudiar medicina y lo de religiosa quizá cuando termine la carrera. Mi padre  se sentía muy orgulloso de mí y se hacía grandes ilusiones puesto que tenía una tía en Argentina con la cual llegué a ponerme en contacto porque mi intención era estudiar allí. Ese mismo año me cambié de casa por motivo de mis estudios y conocí a uno de mis primos del que sólo había escuchado su nombre, este quería ser sacerdote con lo cual mis planes empezaron a cambiar. Como hicimos una amistad tan grande, nos juntábamos algunas veces los dos para hablar de sus grandes ilusiones de ir al seminario y llegar a ser un gran Sacerdote y  yo las que había tenido y los planes que en ese momento me había hecho.

Él me invitó a formar parte de grupos parroquiales, yo acepté como siempre, simplemente para hacer más amigos. Poco a poco mediante las charlas y la gran amistad que hice con uno de los diáconos de la Parroquia que se llama Elvis ahora ya sacerdote, volvió a mi lo que en esos meses había querido esconder y  rechazar y pasé un tiempo entre dudas y preguntas. Qué pasará conmigo si me hago religiosa, y mis padres, y mi carrera, etc. Elvis me llamaba a entrevistas.

 Vivían  en mi pueblo unas religiosas que al no llevar  hábito  no me atraían mucho. Pero por aquellos días llegaron unas religiosas con hábito para una gira vocacional; y aunque sé que el  hábito no hace al monje,  siempre he tenido una cierta atracción por él, así que cuando las vi me ilusioné profundamente, no sólo por verlas con hábito, sino por la alegría e ilusión que descubrí en ellas y cuando nos invitaron a la Jornada Vocacional yo no podía faltar y llegué tan ilusionada que al verlas tan felices me hacía sentir en mi interior una gran emoción de poder ser algún día como ellas y todo aquello que me gustaba, lo empecé a dejar de lado, mejor dicho, le daba menos importancia.


Hablé con las Hermanas, lo mismo que antes pregunté algunas cosas,  pero lo que más me llamaba la atención, es que eran muy naturales y alegres; si había que bailar, bailaban o si había que hacer el tonto, lo hacían. Yo estaba emocionadísima porque antes de eso mi visión hacia las monjas era, no salen, no bailan, sólo rezan, sólo trabajan, será aburrido vivir con ellas. Fue cuando empecé a ilusionarme otra vez con la vocación.

Ellas nos dejaron unos meses para meditarlo y pensar bien el paso que íbamos a dar. Durante ese tiempo seguí llevando mi vida normal, las fiestas, salidas, pero todo lo hacía de manera distinta. El tiempo pasaba y mis preguntas interiores seguían, mis padres se pensaban que mis ganas de estudiar continuaban. Las hermanas volvieron y yo sentía miedo tanto así que cuando las vi me puse en medio de todos mis compañeros para que no vieran  y de repente al pasar frente a ellas escuché Lizmendy y dije para mis adentros ni modo Señor eres tú quien me ha llamado, me acerqué tímidamente, las saludé y claro, la gran pregunta ¿Quieres realmente venirte con nosotras a lo que sin saber a donde mirar conteste, ·SÍ·. 

 
El SÏ estaba dado, pero en mi interior seguían los interrogantes y las dudas de si sería capaz de llevar esa vida. Entrando en mi interior dejé a un lado todo y me puse a pensar y tomar una decisión firme y me dije: Sí,  me voy de religiosa.

 

 Lo difícil venía después porque, al ser menor de edad tenía que pedir permiso a mis padres y no sabía cómo iban a responder ante esta inesperada decisión. Llegué muy cariñosa con mi madre y entre nerviosismo  y emoción le lancé mi deseo de hacerme religiosa. Se puso muy triste y me dijo: y  con quién me quedo, qué hago yo sin ti.  Ya que soy la única chica de cuatro hermanos. Muy resuelta le contesté que no se preocupara que tenía a mis hermanos y además yo vendría a verla; esto no le convenció y no había consuelo para ella. Luego llegó mi padre al que me costaba más decirle la decisión que había tomado por miedo a que se negara,  pero cuando se lo dije  me apoyó y me  preguntó si lo había  pensado bien y estaba segura de que eso me haría feliz y no me volvería atrás.

Cuando realicé este duro trago, me fui feliz para hablar con las Hermanas y preguntarles cuando era el viaje. Después pasé a despedirme de mi mejor amiga del colegio a quien le tenía un gran cariño y resultó que también  ella se iba a la misma Congregación: “Celadoras del Reinado del corazón de Jesús”.  Viajé un 23 de diciembre, yo tenía 15 años y entré muy feliz a la Congregación en la cual siempre me he sentido muy querida y acogida por todas mis hermanas.  Ahora me pregunto ¿Qué sería de mí, si Dios no me hubiese llamado, no lo sé, no encuentro respuesta, pero si que le doy muchas gracias por haber puesto en mi camino a dos personas que me ayudaron mucho, mi primo y  el hermano Elvis, a quienes les tengo y guardo en mi corazón con gran cariño. Y lo más importante, que no he dejado nada comparado con lo que tengo, sino al contrario tengo lo más importante a Dios y el ciento por uno a mi favor.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario